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lunes, 25 de noviembre de 2013

Elecciones para el olvido


Hoy domingo, que nuestro deber cívico nos embarga; hoy que, pese a nuestros distintos planes de ocio, debemos, como corresponde, asumir el compromiso inexorable para con nuestra ciudad; hoy que el futuro de nuestra capital depende de nuestro ancestral derecho a elegir, me sumo a esos millones de limeños que tienen a la madre de Marco Tulio en la mente, a ellos a quienes por cada minuto de cola o de permanencia en esa mesa ...eterna, esbozan una mención a la que lo trajo al mundo.

Marco Tulio, hoy tú, tu madre, y la madre de Castañeda se han adueñado de nuestros deseos y menciones por malgastar un domingo de sol y de descanso para elegir personas que estarán menos de un año en la Comuna edil sin tener tiempo suficiente para hacer algo significativo y por el contrario, quitarle tiempo a los que sí pudieron hacer algo, esputándolos por tu convenciencia y la de tu arrendador. No tienes idea de las ganas de mentarte a todos tus ancestros, hasta el paleolítico, hasta tu ascendencia unicelular.

Un sensible agradecimiento para ti, para tu arrendador, a los que se subieron al coche con su estrella Ugarte y a todos los que apoyaron con supina astucia esta tu estupidez... ¿Alguien tiene un ceviche con bacteria?












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miércoles, 21 de agosto de 2013

Sabor y olor

Por mis venas corren sangres mazamorreras tanto como amazónicas. Mi madre nació en San Martín, en la Ciudad de las Colinas, en tierra de los Sapos ladrones, Sapo Sua o Saposoa (o al menos así dice la leyenda popular que da pie al nombre de la ciudad), y desde pequeño he sido asiduo peatón en diferentes ciudades de la selva. Todos los veranos, de mi infancia al menos, algún rincón verde era el lugar para vacacionar, total, en toda la selva y el Perú entero mi familia está repartida.

Muchas de las costumbres, formas de vida, comida y modismos de la selva me son familiares. De la comida disfruto enormemente de la cecina, por ejemplo; extraño los desayunos con café pasado y chicharrón y el olor propio de Saposoa que me traen entrañables recuerdos, dicen que el olfato es el mayor motivador de la memoria. Por otro lado nunca aprendí a disfrutar de ningún pescado, ni del mar que acompaña Lima ni de los ríos que trepan por el verde. Simplemente no me gustan.

Cuando crecí las vacaciones cambiaron. Las vacaciones ya no consistían en conocer con Mamá la amazonia, sino conocer, entre amigos, las actividades propias de la juventud. No era fácil desligar a un puber que recién descubría el cortejo y la camaradería con la patota, y el deporte. Justamente me encontraba horas jugando fútbol en la pista, como acostumbraba, en la diecisiete de Córdova, a unos pasos del edificio donde vivía, en Lince. De los cuatro pisos del edificio, mi familia ocupaba un departamento en el primero y la puerta junto a la ventana de la sala daban al patio de la salida a la calle y las ventanas de las habitaciones a la calle directamente: No podía dormir sin bulla, aun hoy ¡La fuerza de la costumbre! Lo curioso del edificio es que eran dos en uno solo. Eran dos gemelos con salidas independientes pero que se interconectaban por la azotea. Uno podría entrar por un lado y salir por el otro sin mayor problema. Nosotros vivíamos en la entrada derecha.

A eso de las siete de la noche, sudando como un perro después de darle al balón toda la tarde, me dispuse a regresar a mi casa muerto de hambre y ávido por una restauradora y refrescante ducha. Sin embargo, justo a la entrada del edificio, un infeliz impacto me detuvo: No entendía la razón y desconocía el origen. Un olor repulsivo se había adueñado entre las losetas que habían entre la entrada del edificio y la puerta de mi casa impidiéndome entrar. Decidido a sortear tan nauseabundo impasse, aguanté la respiración y corrí como alma que lleva el diablo hasta la puerta, llaves en mano, con la esperanza de hallar un refugio que me protegiese de tamaño hedor. Por la desesperación, en vez de intentar abrir la puerta, subí al pequeño muro al pie de la ventana y abrí las persianas pidiendo auxilio: "Ábranme", grité. Vaya sorpresa la mía cuando me di cuenta que el olor venía de mi casa: Si afuera de ella era insoportable, dentro era imposible. Mi madre, había preparado un potaje de la selva que pocas veces ella podía disfrutar, por la lejanía. Había preparado Paiche seco, un pescado que gusta mucho en toda la amazonía. El oxigeno conservado al taparme la nariz había caducado mientras asimilaba el hecho de que mi casa no era el lugar adecuado para huir del fétido olor siendo esta la causante, la culpable. Corrí de regreso a la calle sin un plan bajo la manga.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Día de Mierda



Crónica de uno de esos días 
que uno no desea recordar...


Temprano en la mañana salí de casa rumbo al Hospital del Empleado, hoy, Rebagliati, para una cita médica. Ésta había sido determinada a las 9am, sin embargo para las 11, seguía parado fuera del consultorio, sin tener conciencia del motivo por el cual un desfile de pacientes que habían llegado posteriormente o que habían sido citados para después, no sólo ya habían sido atendidos sino que se retiraban. Había atestiguado, a mi pesar, 4 turnos y yo aun no entraba. Con el hígado latiendo en mi mano encaré a la técnica, es decir a aquellas señoras que ambulan de blanco y que la mitad de pacientes aun piensan es la enfermera (cargo practicamente administrativo no sé por cual genio que les ha cedido esa tarea cuando ellas no llevan ningún curso administrativo en su preparación académica). La técnica me explico que pese a haber pedido mi Historia Clínica una hora antes de mi cita no llegaba a consultorio por lo que no me podían atender. Pese a ir de un lugar a otro, cosa que no me corresponde, en busca de los papeles, nunca pude atenderme...






sábado, 13 de febrero de 2010

Un volcán por estallar






Fue en el distrito de Lince cuando por fin tomé conciencia de mi existencia, y una de mis primeras amistades de infante fue Pepe Grillo, mi pata de años. Desde muy niños aprendimos a compartir buenos y malos ratos. Hemos peleado, reído, apoyado, carajeado, y embriagado, todo lo que corresponde a una amistad que hasta el día de hoy, por la buena fortuna conservamos. Él, tuvo la suerte de prenderse, comprometerse y casarse con una encantadora chica que por alguna razón, la fórmula la desconozco, enderezó tan retorcido cerebro para bien, en algún buen camino en el que junto a ella, en una alquimia envidiable, lo ha convertido en un ser extraño, es decir, en un ser humano...

martes, 21 de octubre de 2008

fuga


La rutina siempre llega a caer cual saco pesado encima de las endebles espaldas de una pareja que más allá de soportar cuanto inconveniente aqueje la salud de la relación, debe también, sobrellevar, de acuerdo al tiempo que anden por una senda con la mirada fija a un mismo rumbo, todas aquellas cosas que los años trajeron y que como un carrusel va dando vueltas a nuestro alrededor mirándolas una y otra vez sin que nada pueda romper la tan conformista, miserable y amordecedora costumbre...


jueves, 9 de octubre de 2008

un rincón de mis recuerdos


Eran las nueve de la noche y permanecía sentado en el muro de la casa de la esquina, en el pasaje de Conococha cuando choca con Belisario Flores, aún iluminado con los faroles de la esquina, las luces de algún auto que recordase esa calle y de la panadería de los chinos, La Flor de Lince. Sentado, intentando acumular valor y si pudiese, algo de soberbia. Mis 'patas' se habían ido a merendar, estábamos de vacaciones y de seguro saldrían más tarde... ¡Pero yo no! inmutable permanecía sentado en el frío cemento que en ese momento pareciese haberse convertido en mi refugio, en mi albergue, en mi lugar seguro. Por fin, atiné a desprenderme del concreto, dando un par de pasos adelante y uno atrás; el miedo siempre, como un virus, me envenenaba dejando síntomas de ansiedad y sudor. Podría abandonar esta vía crucis y estar en el calor de mi casa viendo algún programa de televisión con alguna sonrisa cincelada en mis labios descartando cualquier indicio masoquista, tanto como otras veces, pero no, llegaba a la esquina con el firme propósito de cruzar esa pista que cada vez se hacía más grande y que más de una vez me había visto dar media vuelta y regresar vencido a mi habitación para refugiarme a oscuras, escapando a ojos cerrados al síncopa de Yes o Journey. No tenía prisa, creo esperaba se hiciese más tarde para no tener que confesarme una renuncia reciclada, intentando convencerme de que hice lo posible. Por fin, llegué a la esquina y me quedé observando, llevaba ese vestido con un suave color verde que tanto me gustaba, uno de aquellos con los que acostumbraba pasar por Belisario justo cuando yo estaba sentado en mi refugio, aquel muro color cemento en el que me sentía tan seguro a lado de mis camaradas, en donde, con valor de plástico, acostumbraba piropearla junto a su amiga, para observar luego una coqueta sonrisa de complicidad en su delicado rostro.



-- ¡Hola! -- 


lunes, 26 de mayo de 2008

como todos los sábados


Me había propuesto, por ahora, abandonar ya los temas de carácter personal, sin éxito. Concluí en que he abusado, en mis claustros ratos de ocio nocturno, de rebuscar entre los vagos recuerdos que necios permanecen aun cerca, quedos, apareciendo sólo alguna vez para cuando alguna accidental y caprichosa motivación enciende mi tan
infuncional e ingrata memoria. Puesto que sí, que mi memoria es una de esas ventajas en las que los malos ratos se avalan para ocultarse de mi consciente ya que aparentemente en la reproducción de los Marco, así me llamo, se obvió esta importante y necesaria virtud: Nunca me acuerdo de nada

Distraído, desordenado y olvidadizo son tres características que encierran mi habitual comportamiento; tan ido a veces, tan fuera del planeta, más allá que acá. No ha sido sólo una vez que he llegado a la oficina, he terminado encolerizado por la ausencia del personal (Es que a veces, parece que todos acuerden o llegar tarde o faltar, justo en fechas en que los necesitas más que en otras, como cuando esperas el bus, y justo la línea que necesitas tomar no aparece). Después de horas y ya a punto de reventar atinaba a comprobar la fecha y darme cuanta de que era domingo y que no trabajamos ese día.

Recuerdo que hace años, con patas de mi barrio, nos íbamos todos los sábados a las 5am al parque los próceres, en lince, a unas 10 cuadras de mi casa, a jugar basketball. Llegábamos a la par con un paciente sol. Siempre los primeros lanzamientos al tablero eran a oscuras y acompañados del frío limeño, de sus amanecidas. A eso de las 2pm, partíamos de regreso rumbo a casa, a pie, cansados y sudando después de horas de desgaste. Hambriento, ...ya frente a mi puerta, como todos los sábados me metía la mano al bolsillo dándome con la sorpresa de haber olvidado, como todos los sábados, mi llavero y mi billetera al pie del tablero bajo el aro y como era habitual, cumplía mi rutina sabatina de regresar a las canchas a recoger mis cosas, para regresar de nuevo a casa ...como todos los sábados.





lunes, 3 de marzo de 2008

suerte de almas






En la esquina de mi barrio, en lince, hay, si no me equivoco y
según sus inquilinos amigos míos, unas cuatro casas con un mismo origen. En ellas, según cuentan, diversas ánimas hacen gala de sus capacidades. Al parecer antiguamente estas habrían sido sólo una sin embargo hoy son cuatro unas independientes de las otras. Nunca atestigüé las historias que me han contado, a pesar de siempre querer hacerlo. 

En cierta ocasión, en las vacaciones del colegio, Pepe y yo ya nos habíamos despedido de carmen con quien habíamos estado conversando hasta avanzada la noche. Ella vivía en una quinta a mitad de cuadra, y al pie de esta, acostumbrábamos reunirnos a conversar. Justo antes de doblar la esquina, mientras distraídos Pepe y yo seguíamos en nuestro mundo, se me ocurrió dar vuelta atrás, hacia la casa de Carmen y la vi haciendo unas señas con la mano, señas que no entendía en absoluto. Pepe giró la mirada también y pensó nos estaba volviendo a llamar, "tal vez algo se le había olvidado" dijo, sin embargo debido al cansancio yo resolví que nos vayamos, pensando que cualquiera haya sido la razón, al día siguiente siempre podría resolverse. Así pues, en la siguiente tarde, al momento de volvernos a ver, intrigados le preguntamos sobre su llamado, Carmen extrañada respondió que la habíamos confundido, que una vez despedidos ella se había metido a su quinta y que nunca estuvo afuera haciendo señas, prueba de esto es que su vecina cuya ventana comparte con la de ella los interiores de la quinta, estuvo contándole sus pormenores ni bien había entrado después de conversar con nosotros. Elita, su vecina, amiga nuestra no había podido salir por la hora en que nos habíamos quedado esa noche sin embargo, aun despierta, desde su ventana en la quinta, abordó a Carmen para charlar. Elita corroboró que Carmen no había estado afuera de su casa en el momento en que la vimos.

Carmen nos contó que no era la primera vez, que muchas veces su hermano al entrar a casa, la ha visto lavando los platos en la cocina para verla acto seguido en su segundo piso, es decir, una carmen duplicada, desdoblada o qué se yo.

Era normal también que en la casa de Marlene, otra amiga de la cuadra, se dieran ciertas manifestaciones. No es que viésemos su pequeña anatomía duplicada como a Carmen, sino más bien, según cuentan, algunas ánimas con personalidad propia, suelen tener cierta actividad en su domicilio, cosa que a toda la familia mantenía en alerta: No es una joda amical. Por lo mismo, por el justificado temor, no era de extrañar que en momentos en que ella debía quedarse en casa, sola, buscase la compañía de alguno de nosotros. Siempre buscaba evitar atravesar esa situación sola. En cierta ocasión, ella estaba con una amiga de su colegio sentada en un escalón al pie de su puerta esperando la vuelta de la familia que rezando andaba en alguna parroquia del barrio, era domingo para los católicos. Con el frío las necesidades fisiológicas se impusieron y su amiga le pidió el uso de su baño, uno que se bajo la escalera, entre la cocina y la puerta que da a la calle donde ellas se encontraban sentadas. Al acabar, la amiga regresó preguntando a Marlene quién había llamado, y es que preguntó segura de haber oído una llamada desde el teléfono de la cocina, a alguien contestar, conversar y colgar. Marlene se asustó y decidió salir por completo de la casa y cerrarla. En ese momento Pepe, como era habitual se apersonaba en el barrio y al verlas se acercó. Ni bien terminó de saludarlas, quedando los tres juntos fuera de la casa, al pie de la puerta, las persianas de la ventana al costado de su puerta se abrieron por un instante y unos ojos los observó por unos segundos, ante la consternación y pánico de las chicas. Las persianas se cerraron y Pepe atinó a llamar a Serenazgo quienes, para sorpresa de ellos, llegaron inmediatamente. Los serenos revisaron la casa por completo y no hallaron nada, son embargo Marlene y su amiga se rehusaron a entrar a la casa hasta que la familia hubiese regresado de misa.

Al poco tiempo de haber llegado a Iquitos, y ante tanta leyenda e historias de almas, con un grupo de amigos, decidimos buscar alguna casa de donde se diga que es costumbre, seguidas manifestaciones paranormales. Juan Carlos mi hermano, Normita, Tanith, Dorian y yo, teníamos planeado pasar la noche ahí, y si es posible filmar las apariciones a medida de que esto fuese posible. Lamentablemente, no llegamos a ubicar un solo lugar en concreto.

Tantas historias sin un lugar específico. Tal vez sea la resultante de bolas y chismes sin sustento o tal vez del olvido y desarrollo de la ciudad, quién sabe. Lamentablemente, aun no he podido atestiguar nada de eso, tal vez por mi escepticismo por mi falta de fe en el que todo lo puede y sus derivados o porque no he sido atinado en escoger el lugar y el momento adecuado o simplemente porque no he tenido suerte. Tal vez deba volver a Lince y buscar entre las cuatro casas los ojos que se ocultan tras las persianas.
















jueves, 21 de febrero de 2008

Provoca una sonrisa: Odisea puber





Era ya de noche, recuerdo, y me disponía a ir a una fiesta, a un matrimonio con mis amigos del barrio, con dos de mis patas, Pepe y mi tocayo el gordo Marco. Una de las chicas de la cuadra que para ese entonces se habría mudado con toda la familia a San Miguel, iba a contraer nupcias. Eran tres hermanas, llamémoslas Ese, la mayor de las tres y el motivo de la ceremonia: La feliz novia, Ye, y por último Eme, la menor. Por la distancia y distintas razones, su cercanía y contacto eran mayores con Pepe que conmigo, y de las tres a lo largo de los años, yo había adquirido mayor confianza con las dos últimas, por cuestión de promoción diría yo, aun más con Eme

Previamente, con el hambre sin saciar y en busca de cambiar el dinero que llevaba para el compromiso, nos dirigimos donde Sebastián, el popular Snack de la época en el barrio, el boom del momento, ubicado en la 18 de arenales. Cabe resaltar que Sebastián, el dueño, comenzó trabajando humildemente para un empresario que siempre se sentaba al costado de él y sus compañeros, con quienes debía competir. Poco a poco se dejó notar cómo la clientela se aglomeraba en torno a su carrito sanguchero, dejando a los demás atestiguando el tráfico aburrido de arenales, bostezando. Sebastián, a base de esfuerzo y trabajo, dejó sin clientes a los demás, compañeros de competencia que con el tiempo desaparecieron. Luego le compró el carrito a su patrón y, debido a su éxito, alquiló dos locales para ya su negocio propio.

Volviendo al tema, eran ya las 7 de la noche y me encontraba degustando junto a mis amigos la mejor hamburguesa del área, la de Sebastian, apresurados para no llegar tarde a la iglesia, a las 8, como se había dictado en la invitación

Impecable, en terno, despidiendo un sutil aroma a Arom, sin ser ¡claro esta! una propaganda ambulante de colonias, devoraba con impaciencia la grasienta carne. Al cabo de unos minutos, cuando nos destinábamos a cancelar el servicio, el resto de personas ajenas a nosotros tres, que también consumían dentro del local, se espantaron extrañados. Un joven elegantemente vestido -como nunca-, tenía el torso, brazos y cabeza introducidos en un oloroso y enorme tacho de basura casi afuera del local. Era pues que, por torpe, distraído o apresurado, en vez de botar las sobras (papeles, servilletas) de la hamburguesa que sostenía en una mano, boté el vuelto de 100 soles que tenía en la otra, mi único capital. Habré pasado unos cinco minutos bajo la tapa del tacho, en caza de mi vuelto, entre residuos de carne, pollo y salsas, para encontrar billete a billete, moneda a moneda, mi vuelto. Mientras hacía esto, guardaba muy dentro de mí, la esperanza de no llevarme a cuestas y en remplazo del que ya tenía, todos los aromas que brotaban de las sobras acurrucadas en las profundidades de ese hondo tacho de basura. Durante buen rato no pude sacarme el olor de la nariz, mis amigos aseguraron que eso estaba en mi imaginación. Sus carcajadas evitaron me convenciera por completo. 

El viaje en taxi, camino a la iglesia, entre risas y burlas por mi protagonismo en el mundo basural se vio algo entorpecido por el tugurizante tráfico de Lima a esas horas que, aunque no es comparable al actual igual ¡llegamos tarde! Buscamos unos asientos atrás ante la cantidad de gente en el templo, casi ocultándonos para no revelar nuestra falta y pasar desapercibidos.

Ya en la puerta de la casa, nos recibió la abuela. Señora que por alguna razón que desconozco, no me había olvidado a pesar de los años en que no me veía y de las dos únicas veces, en dos cumpleaños, en que habíamos tenido alguna charla cuando yo era infante, es decir, cuando ella hablaba y yo decía, cejas arriba, sí señora. En ambas oportunidades comentó "lo bonito" que sería verme como pareja de una de sus nietas, de Ye específicamente. Yo pensaba mientras tanto en la pelota y los juguetes.

La señora muy dulcemente nos hizo entrar y no sólo me reconoció sino que con mucho cariño me hizo notar que tampoco había olvidado su deseo, ese de años atrás cuando medía menos de la mitad, ese de verme junto a la hermana de la novia: "Ahí está Ye", me comentó entusiasmada y con sonrisa cómplice.
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