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domingo, 15 de diciembre de 2013

Gravedad (2013)


Un silencio imposible, una quietud desquiciante, la profundidad del vacío y el terror de la soledad son los escenarios de la nueva propuesta del mexicano Alfonso Cuarón. Todo flota dentro de la inseguridad de la deriva. Cuarón no dispone de una introducción narrativa para el desarrollo de la historia, ni siquiera lo intenta, por el contrario se esmera en colocar al espectador dentro del escenario, dentro del espacio, de su silencio, de su inmensidad, evidenciando su insignificancia, su pequeñez, despojándolo de cualquier firmamento al que aferrarse para su seguridad y sostén. Gravedad es una odisea espacial que se sumerge en la simplicidad de la lucha por no morir, en el instinto básico de la sobrevivencia.













Una misión rutinaria en el espacio, la STS-157 del Transbordador Explorer, cuyo objetivo es reparar el telescopio espacial Hubble, se convierte en un asfixiante escenario de terror cuando, de pronto, una serie de explosiones producidas por desperdicios espaciales dejan a los dos únicos protagonistas durante sus 90 minutos de metraje, lejos del transbordador. Los astronautas Matt Kowalski, interpretado con su habitual pericia por un George Clooney al que no se le agota el carisma, y la Dra. Ryan Stone, interpretada por una soberbia Sandra Bullock, sufren un accidente espacial donde ambos, habiendo perdido contacto con la tierra (Houston) en la voz de Ed Harris, y unidos el uno al otro por un cable, dan vueltas en la oscuridad de la nada literal a cientos de kilómetros de la tierra, con poco subministro de oxígeno para llegar a la estación más cercana, la china Tiangong.










Pese a la importancia de los efectos especiales y a lo logrado por el mexicano, la exquisitez y pulcritud visual no llegan a ensombrecer ni quitar protagonismo ni humanidad a la solidez de los elementos psicológicos y emocionales del filme. El desenvolvimiento del veterano Kowalski y la primeriza Stone que ante la presión del momento lidia con los dolores que arrastra del tercer planeta, están delicadamente expuestos en una brillante edición, en el movimiento de cámaras, los encuadres de cabeza y los giros en subjetiva que introducen al público en el mundo flotante de Gravedad con panorámicas notables de gran factura técnica y belleza visual, acompañados de una banda sonora que trabaja con la sutileza y el silencio, y que, en los momentos precisos enerva la tensión y el naufragio espacial. La actuación es notable. No es casualidad que esta impecable puesta en escena sea del mismo director de la genial Hijos del Hombre








Órbitas del Hubble y de la ISS
El filme, por otro lado, ha tenido duras críticas de carácter científico, por ejemplo que el telescopio Hubble, la Estación Espacial Internacional (ISS) y la estación china Tiangong se encuentran, no sólo a alturas distintas, sino también en diferentes órbitas, con otra inclinación y plano; desde una no se puede ver la otra. Imposible trasladarse entre ellas usando una nave Soyuz y menos aún, con una mochila propulsora MMU, otro ejemplo es la ausencia de astronautas en la ISS, las contradicciones entre fechas de vigencia de equipos que sí han existido o existen, o el traje de presión Sokol-KV2 de color verdoso usado desde la mitad del filme que, según los entendidos, tal y como aparece en la película, no existe, entre otras críticas. Sin embargo Gravedad no pretende ser un testimonio científico ni histórico de una realidad cósmica, sino una aventura agobiante con la libertad de la imaginación del guionista y director, y el reconocimiento colectivo de una realidad sujeta a los límites de la razón y la lógica más allá de los detalles técnicos y científicos.







Gravedad, impecable. Imposible no dejarse atrapar por ella.







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