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domingo, 28 de abril de 2013

Elecciones en Venezuela, Maduro y la izquierda latinoamericana


Son prácticas recurrentes en los gobiernos de naturaleza autoritaria, tal vez por la presión que ejerce la carencia de respaldo popular o tal vez por la falta de garantías para que ese respaldo permanezca, recurrir a políticas clientelístas, populistas y también y por sobretodo, a meter mano en los recursos de gasto público, de las instituciones y poderes del estado supuestamente independientes y de medios de comunicación en beneficio de sus campañas electorales. Estas prácticas son perpetradas más allá de la ideología a la que puedan mal o bien acogerse. Son más bien consecuencia de la inseguridad de su propuesta y la necesidad de controlar todos los poderes para garantizar impunidad y libertad de ejecución. Con esto se asegura la permanencia del poder y que no haya más verdad que la que el gobierno imponga. Lamentablemente para sus intereses no suelen durar más allá de la vida del caudillo. De 51 regímenes caudillistas y autoritarios, entre 1945 y 1998, sólo cuatro duraron después de la muerte de su líder (Barbara Geddes).




Nicolás Maduro Moros




“¡Qué bajo ha caído este Gobierno (Gobierno de Hugo Chávez)! ¡Qué mala ha sido la campaña de este Gobierno! A eso llegó este Gobierno, a tener que comprar partidos políticos a tener que comprar dirigentes políticos (...) Este Gobierno va en la misma línea de ese Gobierno que hubo en Perú (Gobierno de Fujimori), que tenía un sujeto allí de apellido Montesinos que con maletines empezaba a comprar voluntades (...) Este Gobierno va igualito, va a salir igualito" 
Henrique Capriles Radonski
Candidato opositor en Venezuela






El tiempo tiende, sobretodo en los peruanos, a guardar empolvados en el olvido lo aprendido. El tiempo tiende a tentar con la misma piedra una y otra vez. Los protagonistas del gobierno en los noventa en el Perú, que por mucho tiempo han sido ejemplo de ilegitimidad y autoritarismo, a los que para su comodidad el tiempo les ha mermado tal honor, hicieron gala en estos días, ante el inoportuno viaje del presidente del Perú a la ascensión de mando de Nicolas Maduro y la permisividad de Unasur acerca de la crisis venezolana, de diferentes poses de indignación y crítica en una supuesta defensa de la democracia en Venezuela, definiendo este enfrentamiento en una lucha ideológica, una lucha entre la derecha legítima, a la que representarían, y la izquierda ilegítima. Irónicamente y como baldazo de agua fría, Henrique Capriles, consecuente con sus palabras respecto al Chavismo y el Fujimorismo en septiembre del año pasado, emitió unos comentarios que pusieron las cosas en su real perspectiva ante las histéricas pataletas y berrinches de los fujimoristas en el Perú.




“Ahí tienen ustedes el caso de Fujimori, a mí me recuerda mucho esta situación (...) porque además la ilegitimidad genera una incapacidad gigantesca”. 
Henrique Capriles Radonski
Candidato opositor en Venezuela

20 de abril del 2013





Henrique Capriles Radonsky




Tras la reciente muerte de Hugo Chávez, quien debía haber juramentado el 10 de enero por su nuevo periodo, el Chavismo habría quedado a la deriva, sin norte, sin puerto donde anclar, sin tener la menor idea del rumbo a tomar y qué hacer para mantener "el partido" con vida y en el poder. No se sabe si aparte de la escueta orden de heredar el liderazgo, banda presidencial incluida, a Nicolás Maduro, habrían más directrices. Lo cierto es que gratuita, paso a paso y voluntariamente, Maduro se ha sumergido, sujetado de la oposición y toda Venezuela, en una crisis donde ni sus talones se escapan.







Según el artículo 233 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, tras el deceso de Hugo Chávez, le correspondía al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, asumir el Gobierno temporalmente mientras convocaba a elecciones en treinta días para elegir al remplazo de Chávez, sin embargo y para sorpresa de todos, el canciller Elías Jaua anunció que, por pedido expreso del fallecido presidente, Nicolás Maduro ocuparía su lugar, es decir, la expresa voluntad de Chávez estaría con sorprendente cinismo por encima de la ley: El proceso electoral desde el inicio estaría ornamentado por serias irregularidades.




"Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional" 
Artículo 233 (extracto)
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela




La Campaña electoral tuvo mucho de guerra sucia y poco de, al menos visto a esta distancia, propuestas. Por un lado Maduro era el Heredero sacro del mesías revolucionario, amenazado por el imperialismo yanqui y la burguesía abusiva representadas por Capriles; por otro lado, Capriles era el estoico salvador de la democracia venezolana destinado a elevarla a la gloria (pese a que al menos internacionalmente no se conozca más plan de gobierno que la salida de Nicolás) amenazado por el demonio comunista, dictatorial y retrógrada personificado por Maduro y que significaba el continuismo del atraso del país llanero iniciado por Chávez. Los debates de sus seguidores nunca se centraron en lo que proponían sino en lo que distópicamente representaban. Brotaron los favores entre Dios y Chávez para un nuevo papa y los pajaritos poseídos, los insultos, infundios. La atención y acceso a los medios para cada uno de los protagonistas fue desproporcional entre ellos: Dentro del país, las cámaras eran casi exclusividad de Maduro, en el exterior, de Capriles. Ambos, o eran demonios que traían de la mano el apocalipsis o mesías con la felicidad eterna bajo la manga. La Campaña de Maduro, en su esmero por plasmar la imagen de Chávez en la suya en vez de fortalecer la propia, cayó en lo risible, en un dogma, en un credo lleno de milagros que lindaba con la caricatura más risible. Según el politólogo Javier Corrales, Maduro mencionó a Chávez 6.600 veces durante su campaña y no hubo exorcismo a ningún pajarito poseído que pueda emular el carisma y popularidad de Chávez, como el mismo ex presidente.

Finalmente el domingo 14 de abril último los ciudadanos se dirigieron a las urnas a elegir entre Nicolás Maduro Moros en representación de la coalición Gran Polo Patriótico (GPP) y Henrique Capriles Radonski, quien representase la coalición Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que reunía diferentes frentes tanto de izquierda como de derecha. Con menos probabilidades también se presentaron como candidatos Eusebio Méndez, María Bolívar, Reina Sequera, Julio Mora.

En un dramático y ajustado final, muy lejos de las predicciones de las encuestadoras tan generosas con Maduro, el oficialismo habría ganado apenas con 50.6% sobre 49.07%, un margen menor al 2% (250,000 votos). La imagen de Maduro, la que no pudo sincretizar tras la de Chávez, le habría costado aproximadamente once puntos en contra a su propia elección. Chávez hubiese ganado.









Como parte del proceso electoral y según las normas del mismo, al finalizar cada elección, se hace una auditoria rutinaria al 54% de las actas escogidas al azar. Durante el día electoral, diferentes organismos internacionales que monitoreaban el proceso y civiles en general reportaron variadas denuncias, entre el uso de recursos públicos para favorecer la opción oficialista y la disparidad entre los resultados oficiales y lo registrado por los Testigos (personeros) durante el voto. Bajo esa justificación Henrique Capriles solicitó una auditoria del 100% de los votos. La oposición, con esto, se negaría a reconocer a Maduro como presidente legítimo de Venezuela. Maduro, pese a que no le correspondía decidir, aceptó el pedido inicialmente, luego, en menos de 24 horas cambiaría de parecer, haciendo eco a los voceros del gobierno y a la misma Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, quien literalmente negara, ante la impugnación de la oposición, la activación de este mecanismo que la Constitución llanera contempla. Para el día siguiente a las elecciones, 15 de abril, se convocó a un rechazo simbólico a la negativa del gobierno a contar los votos: El conocido "Cacerolazo".

En los días siguientes se registraron violentos enfrentamientos entre civiles opositores y las fuerzas del orden. De un lado acusaban al otro de perpetrar violencia, se habló de coches bombas, de represión chavista. La fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, informó de nueve fallecidos y 78 heridos hasta el momento.
















Capriles habría convocado una movilización pacífica en Caracas para el 17 de abril con la finalidad de solicitar formalmente al CNE la activación de los mecanismos de reconteo de sufragios. Sin embargo, en un comunicado televisado, Maduro literalmente prohibió la realización de la marcha, suspendiendo por la vía de los hechos las garantías constitucionales del derecho a la manifestación, bajo la justificación de una "clara" intención golpista. Como consecuencia del anuncio televisado, Capriles suspendió la movilización prevista, en sus palabras, "para evitar hechos de violencia que distrajeran el debate de su reivindicación del conteo del 100% de los votos".








Capriles presentó su solicitud, formalmente y sin marcha, el 17 de abril, con todas las denuncias correspondientes y la petición para la verificación total de las actas.

Para el 18 de abril, por pedido de Ollanta Humala, se habría anunciado la presencia de los presidentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile, Uruguay, Guyana, y Surinam, en una reunión extraordinaria de emergencia del Consejo de Jefes de Estado de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) en Lima, para evaluar y tomar medidas acerca de la situación en Venezuela luego de la crisis en que se habría sumergido tras las disputas electorales.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, cambió de posición y anunció justamente ese mismo 18 de abril, que aceptaba la petición del candidato presidencial opositor, Henrique Capriles, autorizando una auditoria del 100% de los votos de las elecciones, ejecutando la verificación "en segunda fase" del 46% de las cajas de votación no auditadas al azar en un primer momento. La Auditoria aprobada por el CNE se realizaría en tres etapas en treinta días, 400 cajas por día, con testigos (personeros) del oficialismo y la oposición. Cada diez días se presentaría un informe al público sobre los resultados hasta completar el 46% de actas que habrían acordado auditar y completar el 100% cual lo solicitado. El CNE se retractaba justo antes de la reunión de emergencia de los mandatarios en Lima. Este cambio en el CNE tendría importante relevancia en Unasur.




"Luego de una larga discusión para analizar dicha solicitud, hemos acordado ampliar la auditoria de verificación ciudadana en su fase dos que se inició en el día de hoy para realizar la auditoria sobre el 46 % de las cajas de recuerdo que no fueron auditadas el día de la elección" 
Tibisay Lucena
Presidenta del CNE

En rueda de prensa.




Unasur, convocada de emergencia en Lima, se inició minutos después de las diez de la noche en Palacio de Gobierno del Perú bajo la dirección del jefe de estado Ollanta Humala, como presidente pro témpore de la mencionada. Ambos rivales, Maduro y Capriles, habían anunciado su viaje a Lima y su presencia en la reunión, sin embargo Capriles desistió. Maduro llegó a Lima a las siete de la noche, dos horas antes de la cumbre. Dos horas que le permitieron sostener reuniones previas con los mandatarios. Tras cuatro horas de reunión, y tras hacerse pública la decisión del CNE. Unasur acordó instar a las distintas fuerzas políticas de Venezuela a respetar los resultados del proceso electoral del último domingo, en donde Nicolás Maduro se impuso a Henrique Capriles.




“Los países de la Unasur cambiaron el informe final cuando supieron de la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE). Fue un triunfo de nuestro pueblo que ahora trata de manchar el gobierno. No le hemos pedido a ningún país ni jefe de Estado que desconozca al gobierno venezolano. Lo que queremos es que nos dejen presentar todas nuestras irregularidades” 
Henrique Capriles Radonski
Candidato opositor en Venezuela




Declaración de Unasur





Así, con el reconocimiento de Unasur, en menos de 24 horas, el 19 de abril, en una accidentada y anecdótica ceremonia y con la presencia del presidente Ollanta Humala (Cosa muy criticada en el Perú), del colombiano Juan Manuel Santos, el cubano Raúl Castro, el iraní Mamud Amadineyad, el boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega, la brasilera Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández, y el uruguayo José Mujica, Maduro fue investido con la banda presidencial en manos de Diosdado Cabello y María Gabriela Chávez, hija del fallecido Hugo Chávez, convirtiéndose en el décimo presidente del periodo democrático de Venezuela para culminar en 2019. Todo esto frente a un poster de más de dos metros con la cara a todo color de Chávez en la que decía "Hasta la victoria siempre comandante" y otro retrato de Bolivar. A continuación, en la cumbre del evento, hicieron sonar una grabación con el himno de Venezuela cantado por Chávez en uno de sus tantos actos públicos. Maduro no parecía haber abandonado el tono casi etéreo y risiblemente dogmático de la campaña.







A su vez, ese mismo respaldo de Unasur pareció restar importancia a la oposición. El 23 de abril, en plena sesión congresal y para sorpresa de propios y extraños, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, negó el derecho de palabra, el derecho a intervenir, como parlamentarios, a aquellos que no reconocieran a Maduro como presidente y 24 horas después sustituyó de las presidencias de la comisiones permanentes a los opositores. El viernes 26, no contento con todas las medidas inconstitucionales que había perpetrado, anunció les negaría también su sueldo.




“Es lógico y coherente. ¿Cómo le voy a pagar a un fantasma? Si no trabajan, no van a cobrar y no trabajan porque no reconocen a Maduro” 
Diosdado Cabello Rondón
Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela




Mal hicieron y hacen las izquierdas, tan satanizadas por años con epítetos de autoritaria y violentista, a veces con razón, a veces sin ella, y estando constantemente condenadas a un control y poder esquivos a ella, en asumir la Crisis venezolana, como una lucha entre la izquierda y la derecha en la que habría que hacer un solo frente para defender lo poco "ganado", en asumir dicha crisis como una lucha ideológica -Como convenientemente intentó hacer el Fujimorismo para lograr ubicarse en la legitimidad cuando gobierno-, y no como lo que es, un problema de legitimidad donde nada tiene que ver la ideología y donde abundan las irregularidades. Mal hacen en interpretar la solidez y la confianza hacia una postura, como resultante de una defensa ciega, sin importar el costo legal y democrático, y no como consecuencia lógica del discurso y de la coherencia con la acción. Mal hace la izquierda, después de abrazar y abanderar el derecho legítimo y constitucional a protestar, en avalar un gobierno que justamente criminaliza ese derecho. Mal hace en defender a los que protestan en Cajamarca y en defender a los que satanizan y violentan la protesta en Venezuela. Mal hace la izquierda en dejar de defender la víctima para defender al victimario, sólo y nada más por la ubicación ideológica de las partes involucradas. ¿Acaso el actuar del fujimorismo, gobierno que con toda justicia condenaron, fue distinto? Control de los poderes del Estado, control del organismo electoral, control y coacción sobre los medios de comunicación, persecución a la oposición a través de psicosociales, del desprestigio por medio de campañas calumniosas, del hostigamiento por medio de acusaciones desde el poder judicial, y a través de la represión desproporcional de la policía y la criminalización de la protesta ¿Qué hace diferente al gobierno de Venezuela con el de Fujimori? ¿Sus financiamientos internacionales? ¿El rojo de sus camisetas? 

Mal también hicieron los mandatarios de una izquierda democrática como Mujica o Rousellf en respaldar la elección de Maduro sin la finalización de una auditoria que corrobore su legitimidad. Mal hizo la izquierda en respaldar un gobierno que tanto daño ha hecho a la imagen de la izquierda. Mal hizo Unasur en reconocer a Maduro como presidente a cambio de una auditoria cuando esta aun no ha legitimado al presunto ganador. Mal hizo Unasur en garantizar la autonomía a cambio de un diálogo de oropel que no ha llevado a nada. Y aunque esto no la convierte en Chavista, como risiblemente algunos esputan ante las posibles cejas fruncidas de Piñera o Santos, sí define los principios pragmáticos de la coalición internacional en las que basan cualquier decisión: Evitar antecedentes de intervención foránea en procesos electorales que posibiliten convertir a los que hoy son observadores en observados.

La resucitación de Unasur, una coalición que estaba casi enterrada después de su concepción, tiene la oportunidad de renacer, consolidar y fortalecer su imagen, como alternativa viable a la OEA, garantizando no sólo unión entre sus miembros sino coherencia y respeto a la democracia. Unasur, así como los políticos de todas las tiendas y banderas deben o deberían estar atentos al desarrollo de la democracia. La confianza a una corriente o propuesta, izquierda o derecha, no se logra imponiéndola sino con la consecuencia de sus principios y el logro de sus metas. Este puede ser su momento.










“Estén atentos a lo que pase en Venezuela y que no pase la página, porque la página está en pleno desarrollo”. 
Henrique Capriles Radonski
Candidato opositor en Venezuela











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