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lunes, 22 de agosto de 2011

Cipriani y la PUCP, el Oscuro, de nuevo al acecho




Fernando Tuesta ha recopilado una serie de artículos que datan del 2007 cuyo contenido es la disputa entre la Iglesia, representada por el Cardenal Cipriani y la PUCP, sobre su administración en los terrenos donados por Riva Aguero. Cipriani ha vuelto, en estos días, al protagonismo, al buscar esta vez, aunque no por primera vez, por intermedio del Vaticano, mayor participación en las decisiones académicas. Dada la coyuntura, vale la pena leer nuevamente estos artículos de destacados peruanos hablando al respecto...





No se metan con mamá
Por Jorge Bruce

Para quienes hemos estudiado en la PUCP, el término alma máter va en serio. Profundamente en serio. Significa literalmente "madre nutricia". En latín, alma es un adjetivo (el "alma" cristiana viene de animus) que alude, en el caso de una universidad, a su función proveedora de alimento intelectual. Por eso, de acuerdo al diccionario panhispánico de dudas -de donde provienen estos datos- su uso correcto es femenino. En consecuencia, los que hemos crecido en sus aulas le guardamos un agradecimiento y un afecto comparables a los suscitados por una madre generosa, alegre y cultivada, tanto en sentido académico como ético. En suma, una madre ideal, a diferencia de las que nos ofrece la realidad (las que solemos encontrarnos en los tratamientos psicoanalíticos, asociadas a la tragedia de Edipo). Así, a pesar de ser una universidad católica, durante todos mis años de estudiante, o ahora como profesor de maestría, nunca he encontrado otro espíritu que uno de tolerancia, apertura y afán de excelencia.

Por ejemplo, a pesar de no ser creyente y haber profesado desde mi época de estudiante ideas progresistas respecto a asuntos como la sexualidad, el aborto o los derechos humanos, jamás he encontrado la menor cortapisa para expresar mi pensamiento en cuanto foro lo he hecho, ya sea en el campus o en los medios de comunicación. En cambio, sospecho que a pesar de mi profesión de fe freudiana y materialista, los valores cristianos de solidaridad, espiritualidad y amor al prójimo, están grabados a fuego en mi inconsciente, desde donde informan mis acciones y adhesiones. Este es un "sincretismo" interno del que voy tomando conciencia conforme pasan los años y me siento bien así. Estoy persuadido de que las miles de personas que han pasado por esa afortunada experiencia, deben tener testimonios análogos al mío. Por eso, aun cuando me estoy expresando en nombre propio, tengo la nítida sensación, mientras esto escribo, de estar representando a una gran fraternidad que se identifica con esos principios, esa exigencia, esa integridad.

No es casualidad, en ese sentido, que los de Católica Letras seamos capaces de reconocernos después de intercambiar unas cuantas frases, o leer algunos párrafos escritos por alguien que estuvo ahí. Tampoco que la mayoría de mis mejores amigos a lo largo de la vida sean de Artes, Psicología, Literatura, Historia, Teatro, Ciencias Sociales o Derecho de la PUCP. Menos aun que gran cantidad de líderes de opinión y de los sectores más diversos de las elites nacionales, provengan de nuestra universidad (varios escribimos en este diario). Esta no es inútil vanagloria. Quizás no sea elegante recordarlo, pero es indispensable hacerlo ahora que se vuelven a cernir las sombras del oscurantismo sobre las luces de la Católica.

Como no soy autoridad universitaria, no me ata ninguna obligación de reserva y voy a decir las cosas tal como las pienso, pues eso es lo que me enseñaron mis maestros tanto en la Plaza Francia como en el fundo Pando: las argucias legales del desconocido señor Muñoz Cho son el caballo de Troya con el que el cardenal Cipriani pretende apoderarse de la mejor universidad del Perú, a fin de someterla a las posiciones más retrógradas de la Iglesia. Señor cardenal, ¿por qué no se contenta con la Universidad de Piura o funda algún centro ad hoc de adoctrinamiento y represión, si esa es su fantasía? Sepa que si persiste en su intento avasallador no solo se va a topar con una sólida resistencia legal, tal como viene ocurriendo. El vínculo que tenemos los de la Católica con nuestra alma máter y entre nosotros, es más fuerte, genuino y trascendente que sus exaltadas homilías o programas radiales. De modo que se lo decimos con todas sus letras: si se meten con mamá, nos van a encontrar a todos al frente.

(Tomado de Peru21, 25 de marzo del 2007)




Libertad o intolerancia
Por Alfredo Buller

No creo en el aborto, pero agradezco a quienes ante mí lo defendieron. Creo que tenemos derecho a usar anticonceptivos, pero doy gracias a quienes me dijeron que no. Soy lo más lejano a un marxista, pero me considero afortunado por haber escuchado entusiastas defensas del comunismo. Mis ideas no provienen solo de quienes las comparten, sino de quienes las combaten. Creo en el mercado de ideas porque, como en todo, solo la información, la competencia y la libertad aseguran nuestro bienestar y nuestra dignidad. Por eso agradezco haber estudiado ayer y enseñar hoy en la Universidad Católica. Agradezco vivir en una atmósfera en la que no se me protege de las ideas de otros y en la que la única forma de pensamiento de la que se me protege es la intolerancia. Más allá de la esgrima legal que rodea la controversia entre Cipriani y la Católica, temo ver mi Universidad trasformada de cuna de libertad de pensamiento a inquisitorial castillo de intolerancia.

(Tomado de Peru21, 2 de abril del 2007)




Una derecha farisea
Por Alberto Adrianzén

Lo que viene sucediendo en la PUCP si bien obedece a razones internas: la pretensión del cardenal Cipriani para controlar ese centro de estudios, se ubica en este contexto. Por eso es un error idealizar, en este nuevo contexto, a la PUCP como una universidad que siempre fue pluralista y abierta al mundo. Eso fue resultado de un proceso, complejo, difícil y hasta doloroso, que se inicio en los años sesenta.

Hoy la derecha reaccionaria acusa a la PUCP de intolerante porque en los años setenta expulsó a un alumno y sancionó a otro; sin embargo, se olvida que en 1962 Washington Delgado, profesor en ese entonces, fue separado. El año siguiente le siguieron alumnos como Antonio Cisneros, Luis Enrique Tord y Raúl Noblecilla por manifestar, entre otros puntos, su simpatía por la Revolución Cubana. Esos sí eran años de intolerancia. Luego vino la apertura gracias a las luchas estudiantiles, a cambios procesados por las autoridades, profesores y por la propia iglesia.

De otro lado, es hipócrita que una parte de la derecha acuse a la PUCP de intolerante y centro de producción de marxistas, cuando sus principales voceros provienen de esa universidad. Muchos de ellos estudiaron en los años ochenta y algunos mostraron sus abiertas simpatías por el franquismo y el Opus Dei sin problemas.

Por eso defender hoy la PUCP es también defender una tradición democrática, moderna, progresista, abierta al mundo y laica, que nació en los años sesenta y setenta, y que ahora sufre el embate de una derecha farisea y cavernaria, por no decir fascista.

(Tomado de La República 31 de marzo del 2007)




El país reflejado en un campus
Por Henry Pease

La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) llega a su aniversario 90 en la cima del prestigio. El último ránking 2006 de "Times" (Londres) sobre universidades, la coloca en el décimo lugar de Latinoamérica (después de la UNAM y de la Universidad Católica de Chile). Ocupa el lugar 418 en el mundo y es la única universidad peruana entre las 500 primeras del planeta.

La calidad de su formación profesional y la seriedad de su exigencia académica han marcado a varias generaciones. Busca la formación integral de sus alumnos desarrollando experiencias valiosas. Los estudios generales permiten una formación humanística que trasciende cada especialidad y la seriedad de la Escuela de Graduados o de Centrum perfecciona y hace avanzar a quienes, ya profesionales, profundizan en nuevos rumbos.

Todos hacemos la universidad, profesores y alumnos, la dirigen autoridades que, sin duda, han tenido en estos 90 años el mérito de conducirla haciendo que se desplieguen las mejores energías y capacidades. Primó el pluralismo, la democrática tolerancia con quien discrepa. Muchos nombres debiéramos mencionar, pero uno, que ya no está entre nosotros, crece conforme pasa el tiempo. Un jesuita exigente, que condujo la modernización de la universidad para servir a una sociedad cambiante y compleja. Felipe Mac Gregor respetaba al que pensaba distinto y su punto de partida era la rigurosidad intelectual y la consistencia ética. Lo cuestionan algunos por haber aceptado la libertad de discrepar, porque confunden la universidad con un regimiento dogmático y obediente, no entienden que sin libertad toda universidad queda castrada.
Como Universidad Católica ha facilitado el diálogo en todas sus dimensiones, entre las diferentes perspectivas de científicos, artistas y creadores culturales, entre estas y la fe, entre el pensamiento y la práctica pública y privada. No somos un gueto de católicos encerrados en nosotros mismos, trabajando solo con quienes coincidan en todo. La PUCP es plural como nuestra sociedad, libre como lo reclaman la Constitución y la ley, comprometida con las necesidades de los peruanos.

Forma profesionales que conocen los problemas del país. Varias generaciones alfabetizaron, participaron en experiencias de educación, servicios jurídicos gratuitos, aportado soluciones técnicas a problemas de todas las ingenierías, ejerciendo la solidaridad. Es el mejor servicio que intelectualmente puede hacerse como testimonio de una fe que libera de odios, ataduras y conformismos, que construye sin arrasar, que da testimonio sin oprimir ni avasallar, que respeta al otro, algo elemental en el mandamiento cristiano de amar hasta al enemigo, convocándolo para actuar juntos en lo que se coincide y a debatir lo que nos diferencia.

Algunos siguen creyendo que pueden excluir, imponerse por autoridad principesca heredada de la política y los viejos Estados medievales, no de Jesús, los evangelios, las ideas o los valores y principios. Ni la espantosa violencia terrorista los hizo aprender. Aparecen descompuestos por la ambición de poder. La Universidad Católica no tiene otro poder que la estima de sus alumnos y egresados, de las familias que no se dejarán engañar, de sus profesores que no medimos en dinero nuestro compromiso con la universidad.

Debo mucho a esta mi universidad, alumno desde 1962 y profesor desde 1971, nunca salí de ella. Orgulloso vi sus pronunciamientos en defensa de la democracia, cuando pocos querían hacerlo. Cuando fui presidente del Congreso de la República, cuando conduje la comisión que intentaba la reforma constitucional o seleccionaba magistrados para el TC, constaté, entre los muchos profesionales convocados, cómo destacaban --sin alarde alguno-- los de mi universidad, con conocimientos superiores a los míos. En esta casa, cada uno aporta algo y nadie es 'dueño'. Las jerarquías se diluyen y debe prevalecer la pasión por servir y la terca voluntad de aprender con creatividad.

(Tomado de El Comercio, 24 de marzo del 2007)




La luz y la tiniebla
Por Agusto Alvarez Rodrich

Es una lástima que la justificada celebración por sus noventa años encuentre a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) en un conflicto con el arzobispo de Lima por la interpretación de los derechos sobre los bienes dejados por José de la Riva Agüero. Es un juicio complejo que se dilucidará en los tribunales. Adelantar una opinión a partir de una revisión superficial del testamento constituiría una irresponsabilidad sustentada en prejuicios que pretenden, de antemano, beneficiar a una de las partes. Lo más relevante en este embrollo, sin embargo, es que en el mismo se juega el control del manejo y del destino de la universidad, incluyendo, como es obvio, los asuntos académicos. De otro modo no se explica por qué los anteriores arzobispos Juan Landázuri y Augusto Vargas Alzamora nunca reclamaron a la universidad y, en cambio, Juan Luis Cipriani ha emprendido una avanzada inaceptable sobre la PUCP. En el colmo de la arrogancia, su eminencia ha negado el tradicional uso de la Catedral de Lima -como si esta fuera suya- para la ceremonia del aniversario.

Quizá el acceso privilegiado que Cipriani ha recuperado en Palacio de Gobierno con Alan García -el cual había perdido desde el colapso del régimen de Alberto Fujimori- le lleve a creer que esta es la oportunidad para que el sector conservador de la Iglesia capture la universidad con el fin de decidir sobre cursos, profesores, investigaciones y enfoques académicos. Lo que se pretende es afectar la autonomía académica, un factor crucial para el desarrollo de una universidad y que le ha permitido a la PUCP llegar a ser, en sus primeros noventa años, una de las instituciones más prestigiosas y sólidas del país.

Es imposible dejar de advertir que esta ofensiva ocurre en el marco de un embate político mayor en el que, como en el intento de debilitar a las ONG, se pretende acallar puntos de vista con los cuales algunos -como el cardenal- discrepan. Lo que está en juego acá es cómo se celebrarán los próximos aniversarios de la PUCP. Como el faro de luz que es hoy, o como un espacio tenebroso.

(Tomado de Peru21, 24 de marzo del 2007)




Et lux in tenebris lucet
Por Carlos Basombrio

Este artículo es inevitablemente repetitivo. Los principales diarios -incluido Perú.21- están comprensiblemente llenos de análisis y homenajes por los 90 años de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Aun con la conciencia de volver a decir básicamente lo mismo que otros y, encima, hacerlo sin la calidad y prosa de algunos de ellos, quiero sumarme a los homenajes a mi alma máter y, a la vez, rechazar con energía a quienes hoy la amenazan.

Tantas cosas relevantes se pueden decir de la PUCP, que debo escoger solo una para un espacio tan breve: su condición de institución. Y, más relevante aun, el serlo en un país en el que lamentablemente se carece de ellas en demasiados campos. Las instituciones ayudan a construir identidades colectivas, favorecen el sentido de pertenencia, ayudan a preservar la memoria y son fundamentales para construir proyectos de futuro. La PUCP no es la única, por supuesto, pero hoy por hoy es una de las pocas verdaderas instituciones que tiene el país.
¿Qué reivindicar del paso por la Católica? Libertad de pensamiento, sentido crítico y apertura sin anteojeras al conocimiento y la experiencia humana. Muchos de los egresados de la PUCP lo adquirieron y lo reivindican. De que la universidad no lo consigue con todos dan testimonio varias figuras públicas de los últimos lustros. Pero eso no se puede convertir en un demérito para ninguna universidad porque, como se sabe desde hace siglos, lo que natura non da Salamanca non presta.

Al cumplir 90 años, la PUCP está bajo amenaza. Que van en serio y no respetarán nada en su empeño, lo prueba el que no permitieran que la misa por el 90 aniversario fuera en la Catedral o que no autorizaran que se vuelva a escenificar en su atrio uno de esos extraordinarios autos sacramentales que emocionaron y conmovieron Lima en los años pasados. (Quizás tengan razón. Hay que examinar antes los antecedentes de ese sujeto Calderón de la Barca; mínimo es un caviar y por allí que hasta terruco).

Quienes quieren apropiarse de la PUCP afirman, por un lado, que no les interesa influir en los contenidos académicos que imparte pero, a la vez, su vocero político más representativo dice que la universidad solo se dedica a formar comunistas. Dicen que no discuten la propiedad, pero quieren tener una voz en la administración de sus bienes. Incongruencias aparte, lo que hay es una ofensiva de un sector -de extrema derecha en política y ultraconservador en términos de valores- que quiere someterla a su control.

La amenaza es seria. Si bien la pluralidad de opiniones que hay en defensa de la universidad es estimulante, sus adversarios tienen mucha fuerza en el actual gobierno y podrían muy bien conseguir su objetivo. Si los usurpadores se salen con la suya -y como ya lo han dicho también otros-, el lema del escudo de la universidad: "Et lux in tenebris lucet" (Y la luz brilló en las tinieblas), debería, para ser coherentes, limitarse a "in tenebris".

(Tomado de Peru21, 20 de marzo del 2007)



La Católica en pugna
Por Antonio Zapata

En esta misma página editorial, pocos días atrás, Beto Adrianzén comentaba cómo los liberales peruanos se habían puesto de perfil en el agudo conflicto que opone conservadores contra ‘caviares’ en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Antes que alguien repare que los rojos no hemos hablado, o nos crea extinguidos, quiero opinar desde nuestra tradición, en alguna medida forjada en las aulas de la misma universidad, a la que agradezco por la formación de calidad recibida.

El cardenal ha opinado que su misión incluye la defensa de la economía del arzobispado. Con ello ha revelado que su objetivo es el dinero de la PUCP, antes que una propuesta de enseñanza superior. Este acercamiento ha sido confirmado por el Opus Dei, que en un comunicado señala que no tienen interés en manejar la PUCP, que si lo tuvieran lo explicitarían, como es el caso con la Universidad de Piura. De este modo, al cardenal en primer lugar le interesan los recursos económicos, pero tiene una evidente segunda intención. En efecto, quiere terminar de liquidar a la Teología de la Liberación, que por años ha sido muy influyente en la PUCP. Esta corriente ha sido duramente golpeada en los últimos años tanto a nivel nacional como en escala mundial. Algunos de sus más importantes teólogos han sido silenciados por Roma y prohibidos de enseñar y publicar. En el país han perdido prelaturas, como el Sur Andino por ejemplo, que habían manejado durante décadas. Uno de los últimos bastiones de los cristianos de izquierda es la PUCP. Además, ahí se reproducen porque forman nuevas generaciones. Así, la batalla del cardenal es de largo plazo, tiene mucho techo por delante y su fin último es el puntillazo al cristianismo de izquierda.

El vicerrector académico ha estado impecable en la defensa de los fueros universitarios. Ha probado que la herencia de Riva Agüero está incorporada al patrimonio en forma completa y legal. Pero, preguntado por este mismo diario, por las implicancias de ser una universidad pontificia, contestó que había estado en Roma, con el Prefecto de la Congregación para la Enseñanza y que esta alta autoridad de la Iglesia les había dicho, "con ustedes no hay ningún problema de naturaleza católica". Aquí se halla el punto crítico, que fundamenta nuestra posición independiente.

En efecto, ¿que hubiera sucedido si la alta autoridad de la Iglesia en Roma les hubiera dicho que sí hay un problema con la enseñanza impartida en la PUCP? Entonces, hubiera tenido que cambiar. Es decir, la autonomía institucional no es perfecta, porque dependen de la posición de Roma sobre el tipo de enseñanza que propone la PUCP. Depender, en este caso, significa que periódicamente las autoridades de la PUCP viajan a Roma a rendir cuentas y que reciben vistos buenos, lo cual aceptan y declaran, no es algo que alguien haya inventado.

Pues bien, desde nuestro punto de vista, la ciencia sólo debe depender de sí misma. La producción de conocimientos es secular y no debe tener límites en una determinada fe. La palabra universidad viene de universal y significa que se acepta todas las versiones e interpretaciones a condición de su racionalidad. Por eso, universidad es un concepto opuesto a pontificia, que expresa la dependencia a la Iglesia en Roma.

Querer conciliar el agua y el aceite es la habitual actitud de los ‘caviares’, amantes de estar bien con dios y con el diablo. Nosotros, en cambio, vamos camino al infierno y tan contentos porque confiamos en la coherencia personal. Con Galileo hasta el fin.

(La República, 28 de marzo del 2007)




Los 90 años de la PUCP y mi generación
Por Martín Tanaka

El 24 de marzo se celebraron los 90 años de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en el marco de discusiones sobre los desafíos que deberá enfrentar en el futuro y de merecidos homenajes por su aporte al país. Me sumo con un pequeño comentario sobre mi generación en la PUCP.

Recuerdo a muchas personas con las que coincidimos en las aulas, patios, cafeterías y bibliotecas: entre las hoy relativamente conocidas podría mencionar a Jaime Bayly, Cecilia Valenzuela, Sol Carreño y Carmen de Piérola; Víctor Samuel Rivera; Aurelio Pastor, Pedro Gamio y Javier Barreda; Anel Townsend y Guillermo González Arica; Mario Saldaña, Miguel Santillana y Gustavo Guerra; Percy Medina y Sandro Venturo; Jorge Frisancho, Grecia Cáceres y Monserrat Álvarez; Claudia Salem y Phoebe Condos; Rosamar Corcuera y Francisco Guerra, y Maritza Garrido (hubo también células de Sendero Luminoso y del MRTA en la PUCP). Estos nombres, entre muchísimos otros, son una pequeña muestra de la amplitud de los caminos que seguimos quienes pasamos por sus aulas a lo largo de la década de los 80, consecuencia de la formación plural que recibimos.

Creo que mi generación está marcada porque nos tocó vivir lo último de una época de intensa politización que provenía de la década de los años 70 y, al mismo tiempo, el final de esa época. Cuando varios nos animábamos a ser parte más orgánica de diversos proyectos políticos, nos tocó vivir el fracaso del primer gobierno aprista, la división de la Izquierda Unida, la derrota del Fredemo y el desmoronamiento de Sendero Luminoso y del MRTA. Es decir, nos tocó ser la última generación politizada, pero la primera en vivir el final de las utopías. Este cambio se expresó en nuestras vidas, en que todos pasamos de alguna u otra manera por renuncias, sacrificios, resentimientos, frustraciones, exilios, reajustes y reconversiones.

Cuando el mundo de las utopías terminó, sentimos que las múltiples derrotas que hubo, que también sentimos como nuestras, no fueron nuestra responsabilidad: fueron de nuestros líderes, ideólogos, dirigentes, a quienes, a decir verdad, nunca les creímos el cuento del todo. Creo que de allí nos viene una suerte de tono escéptico, pero sobre la base de una formación que por un momento creyó en que era posible pedir lo imposible.

He hablado de "generación" aunque no podamos decir que hayamos formado propiamente una, no al menos como se ha entendido a las generaciones de los años 50, 60 y 70, que articularon, mal que bien, propuestas intelectuales, artísticas y proyectos políticos. Tal vez ya no sea posible pensar en "generaciones" como las de antes, en un mundo tan diverso, complejo y cambiante como el que tenemos ahora. Como sea, creo que todos estaremos de acuerdo con que los intensos años que pasamos en la PUCP fueron definitorios para marcar nuestras maneras de ser y pensar, de ver el mundo, y de entender nuestro desarrollo personal y nuestra contribución al país.

(Tomado de Peru21, 27 de marzo del 2007)



¡Mamita, los marxistas!
Por Augusto Alvarez Rodrich

Siendo la polémica sobre el control de la Pontificia Universidad Católica del Perú un asunto de fondo, pues lo que está en juego es el destino de una de las instituciones académicas más prestigiosas del país, esta requiere de argumentos de peso y no uno tan absurdamente débil como el esgrimido por Rafael Rey de que la PUCP se ha convertido en un antro del comunismo y del marxismo. "Lamentablemente, desde hace muchos años la Universidad Católica ha permitido que en sus claustros se originen personas que empiezan a actuar como marxistas y comunistas. Esto no me parece. Lo que no puede pasar es que la universidad forme en doctrina marxista y origine a marxistas y comunistas", es lo que ha dicho Rey.

Dicha sustentación es risible. Tanto como lo sería afirmar que la Chica.21 de los días domingo en este diario transforma a los lectores en maniáticos sexuales, o que parar mucho con apristas lo convierte a uno en búfalo. Se asume que los estudiantes ingresan a La Católica luego de un examen riguroso que evalúa su capacidad para interpretar bien la enseñanza que reciben, y que no son los tarados que supone el argumento de Rey. Una prueba de su invalidez es que de ella han salido profesionales con diversas orientaciones políticas, desde él mismo, hasta Martha Chávez o Diego García Sayán.

En la Universidad del Pacífico, donde tuve la suerte de estudiar economía hace tres décadas, se enseñaban unos magníficos cursos de teoría del valor y el capital -sobre la obra de Carlos Marx- a cargo de un excelente profesor argentino, Héctor Maletta, que constituían -al igual que los cursos sobre Adam Smith- un desafío intelectual y que, en modo alguno, convertían a los alumnos en marxistas o comunistas.

Pero la sustentación de Rey también es peligrosa y particularmente relevante para entender la naturaleza del embate dirigido por el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, en contra de la PUCP. Como es obvio, el objetivo no es otro que convertirla en un centro de adoctrinamiento forzado de las ideas de Rey y Cipriani, y no que siga siendo el espacio plural y valioso que es hoy en día.

(Tomado de Peru21, 26 de marzo del 2007)




Mientras el cardenal dice una y otra vez que la intención de sus actos como representante de la iglesia no es la de cambiar el pluralismo intelectual de la Alma Matter ni mermar su libertad de pensamiento, el padre Luis Gaspar, juez del tribunal eclesiástico de Lima, en una entrevista hecha en Canal N, el martes 23 de agosto digo que "La PUCP debe guiar sus principios católicos a través de la educación y la manera como se ha estado manejando, el PLURALISMO no se ciñe a los principios originales con los que fue fundada. Si se tratara de una universidad laica, no habría problema, pero esta universidad sí tiene un compromiso con la religión católica desde sus cimientos". ¡Quién los entiende!

Es indudable que nada ha cambiado en tan poco tiempo. La Católica sigue igual, plural, intelectual, ...digna; Cipriani, igual también, oscuro y emblemático representante del Opus Dei, el sector más radical y reaccionario de la Iglesia.





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