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martes, 24 de junio de 2008

david y goliat

Cómo atinar a determinar una posición correcta en una disputa donde los puntos de vista se refugian en polos opuestos, una más intransigente que la otra, refugiadas ambas en el bastión absurdo e ignorante de la discriminación, cada una con su propia firma y predilección; debo suponer, sin embargo, que la segunda fue la respuesta más adecuada a una situación que no buscó y que sus posibilidades le daban la satisfacción de una resultante más vengativa que racional, lo cual es holgadamente comprensible; yo, en la misma posición, y con los mismos recursos, de seguro, hubiese hecho lo mismo: no hay nada más satisfactorio que ahogar a quien busca pisarte con la misma moneda aunque con otra cara a pesar de saber que ambas posiciones son absurdas.

La playa de estacionamiento se encontraba sin espacio para un auto más; con paciencia un individuo en su BMW del año daba vueltas con el fin de tener la suerte de hallar un rincón que halla pasado desapercibido; no pasó mucho tiempo para cuando una pareja se disponía a salir, el BMW se detuvo a un costado esperando la salida del auto de los enamorados para ocupar su lugar; de pronto, no se sabe de donde, un pequeño auto a toda velocidad salió por el otro lado, adelantándose al joven del auto del año, sin importarle en lo más mínimo su tolerancia, paciencia y el tiempo desperdiciado para ocupar un sitio en la playa; "Señorita!, yo estaba esperando ese lugar"; la muchacha sonriente e indiferente respondió como habiendo conseguido un gran logro: "lo siento, el mundo es de los vivos!"; sorprendido, el tipo retrocedió y una vez la chica dio unos pasos lejos de su pequeño auto y ya segura de haber vencido la batalla oyó un estruendoso sonido, una y otra vez, ella atónita miraba como el BMW se estrellaba sobre su auto una y otra vez, por supuesto casi sin ningún daño; el tipo salió de su auto, aventó la tarjeta de su aseguradora dentro del auto de la osada muchacha, hecho casi añicos: "no, el mundo es de los que tienen plata!", y se marchó.

No sé si por el mínimo daño, la satisfacción del joven era plena, o por la obvia posibilidad de comprar un auto nuevo o mejor cuando la muchacha sólo podía añorar a su auto arreglado, que nunca es lo mismo. No recuerdo cómo llegó esa historia a mis oídos, o si será cierta o no!, hoy me acordé de ella; pero la verdad que grato ha de haberse sentido destrozar ese diminuto transporte!.


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